Acabo de recibir un comentario a mi último post (iba a decir a mi post de ayer, pero vete a saber cuándo tú lees esto).
Era ese titulado «Explicando el metaverso» que explicaba los negocios que se montan con objetos que solo existen en los mundos virtuales.
El comentario es de Marc Masmiquel.
Para quienes le conocéis ya sabréis que es un pirado de la sostenibilidad, así que ya podéis imaginaros por donde van los tiros.
Para quienes no lo conocéis os recomiendo que echéis un vistazo aquí: https://www.m2ishere.com/
En mi post explicaba cómo se hacen negocios con algo tan virtual y poco tangible como los puntos de la DGT.
La verdad es que cuando lo releí pensé que me iban a demandar por apología de algo.
Porque puedo estar dando ideas extrañas a gente que no se le había pasado por la cabeza.
Probablemente no del todo legales.
Tampoco claramente ilegales… si nadie te pilla.
Pero luego pensé… Cuando una cosa deja de ser objeto de controversia, deja de ser objeto de interés.
(No es mía, es de William Hazlitt, presuntamente).
Volviendo al tema de la especulación con cosas que no son ni moneda ni nada tangible.
Marc me recordaba la que se aplica con los derechos de las emisiones de CO₂.
¿Qué son los derechos de emisión CO₂?
Son un permiso por el que pagan las grandes empresas y productores de energía por sus emisiones contaminantes.
(*) En realidad el nombre completo es más complejo porque incluye CO₂, metano y otros gases de efecto invernadero. CO₂ para los amigos.
¿Para qué existen los derechos de emisión CO₂?
La teoría está clara: para castigar a quienes generan contaminación y desincentivar que lo sigan haciendo.
¿Qué pasa realmente?
Bueno, hecha la ley, hecha la trampa.
En un foro internacional se define como organizar esos derechos de emisión para conseguir el efecto previsto.
Como en todo lo que es internacional, esto se traduce en distintas normativas y regulaciones que van por países, por regiones, por sectores, etc.
Además, hay parte de estos derechos que se asignan gratuitamente, mientras que otros van a subasta.
Y está permitido el comercio de estos derechos.
Recuerdo que estamos hablando de derechos. Algo tan virtual como los puntos de la DGT. Nada físico.
Pero la gente los puede comprar y vender.
Ya os podéis imaginar que si varían por países, regiones, sectores, etc. y si los hay gratuitos y los hay con precio puede haberlos de todos los colores.
Y, claro, si hay empresas dispuestas a pagar por ellos porque lo necesitan para mantener su producción (sin reducir la contaminación que generan, claro), entonces hay inversores que ven la oportunidad de comprarlos a un precio para venderlos a otro.
Cotiza como una acción en bolsa. Como Apple, Inditex o el dólar.
Puedes verlo aquí.
Si en 2016 el precio de la tonelada estuvo sobre los 6 € en el último año se ha movido entre 42 y 98 €.
¡Muy bien!
Independientemente de que haya gente que haga negocio con eso, lo importante es ¿incentiva esta medida que se reduzca la contaminación?
En parte sí, porque el precio alto hace que, presuntamente, la gente consuma menos; menos viajes en avión, menos desplazamientos en coche, menos poner el aire acondicionado.
En parte no, porque cuando el consumidor final no tiene otra alternativa sencillamente va a poner en la balanza, si mejora o empeora su calidad de vida y su bienestar ético el hacer uso de ese servicio contaminante frente al resultado de dicho servicio.
Mientras tanto, tenemos gente que hace grandes negocios especulando unos derechos virtuales, obligados por ley y que el usuario final no puede en muchos casos evitar.
Otra criptomoneda.
Montada por los estados, con un objetivo muy loable, sostenida por leyes.
Pero virtual al fin y al cabo.
Y luego hay gente que dice que hay que estar loco para invertir en bitcoins. Que detrás de eso no hay nada.
¿Comprarías?