Este fin de semana hemos variado nuestro tradicional brindis familiar.
Normalmente usamos el «¡Por la revolución!» seguido del tradicional entrechocar de copas.
Tampoco es que seamos muy revolucionarios. Nos gustaría cambiar muchas cosas, pero sin necesidad de violencia.
El «¡Por la revolución!» era nuestro brindis heredado de los amigotes que ha pasado a formar parte de nuestras comidas y celebraciones.
Da igual si es una copa de vino, una caña, un Champán o un Bourbon.
Cuando hay algo que celebrar recurrimos al «¡Por la revolución!».
Sin embargo este fin de semana valía la pena cambiarlo.
«¡Por la graduación!» es una celebración perfecta por la «pequeña» de la casa que ya ha finalizado su carrera universitaria.
Y había muchas cosas que celebrar.
El acabar una larga serie de años de esfuerzo enfocado en aprender.
El haber superado con merecida nota el trabajo de final de grado.
El inicio de una carrera laboral donde poner en práctica lo aprendido. Y aprender mucho más de otros maestros más del mundo real profesional.
Desde luego sin olvidarse de seguir aprendiendo y estudiando y reciclándose en este entorno de cambio continuo.
El inicio de una vida más independiente. Sin los pesados de los padres preguntando contínuamente «¿Cuándo vuelves?»
¡Ja! Esto seguirá pasando.
Todo proyecto necesita sus hitos y todo hito que se supera es una magnífica excusa para las celebraciones.
Toda semana necesita su fin de semana.
Todo año necesita sus vacaciones.
(Esos pequeños detalles que a veces como emprendedor se me escapan).
Porque aunque tengamos la suerte de trabajar en lo que nos gusta es importante tener en el horizonte más hitos y más celebraciones.
Son la salsa de la vida.
¡Por la graduación!