Esta mañana estaba ordenando los cables sobre mi mesa de trabajo.
Docenas de cables.
Teclado, ratón, altavoces, cargador del móvil, auriculares, para transferir del móvil al ordenador, webcam, lámpara, monitor, router, electricidad para todo, …
¿Soy el único que tiene este caos?
He adelantado la mesa para poder trabajar detrás e ir ocultando y ordenando los cables.
Cuando estaba totalmente entretenido intentando desliar el cable del ratón que se entrecruza con otra media docenas de cables ha sonado el teléfono.
Mi socio Michael está trabajando en un presupuesto para un proyecto de IoT parecido al que llevamos desarrollando como nuestro producto.
Las cosas deben ir bien porque el fabricante de la electrónica nos ha recomendado a otros clientes suyos que trabajan en proyectos similares.
La cuestión es que la parte de Software no es su punto fuerte y necesitaba consejo.
Había dos opciones:
Como mínimo dos.
Una, desarrollar una aplicación para el móvil que controle los dispositivos cercanos por Bluetooth o similar.
Otra, desarrollar una aplicación vía cloud para poder controlar remotamente los dispositivos.
Aquí he descolgado el móvil que estaba aguantando como un sandwich entre mi oreja y el hombro y lo he colocado sobre la mesa en modo manos libres.
Esto no iba a ser una conversación de 3 minutos.
Así que usando el ratón a modo de puntero he empezado a preguntar.
¿Qué hardware se va a usar? ¿Lo podemos escoger o ya lo tienen seleccionado?
¿Hablamos de app para iOS? ¿Para Android? ¿Ambos?
¿Cuán crítico es el sistema donde van a aplicarlo? ¿Necesitan soporte 24×7?
Como me gusta andar cuando pienso estaba ya perdido entre una maraña de cables sin ver cómo salir de ahí.
¿El sistema cloud debe tener redundancia de datos y de servicio?
¿Qué uptime se necesita?
Estas y otras muchas preguntas.
En algún momento la conversación ha derivado a unas risas.
¿Tú crees que un presupuesto se hace así? ¿Por teléfono? ¿Perdido entre docenas de cables?
Bueno, está claro que era un presupuesto muy preliminar.
«Basto» como dice Michael.
A veces habla mejor español que yo.
Al final mi móvil dice que hemos estado 41 minutos.
Han salido dos presupuestos. Uno de 125.000 dólares y otro de unos 2 millones.
20% arriba o abajo. Más o menos.
No está mal para 41 minutos.
La cuestión es:
¿Un presupuesto es una excusa para que te soliciten una consultoría gratuita?
¿Dónde acaba una cosa y empieza la otra?
¿Cuándo el cliente empieza a descubrir cosas que no ha contemplado en su plan de negocio?
Porque esto no es solo un presupuesto.
Con la justificación de ese «presupuesto» y las preguntas relacionadas el cliente se lleva mucho más.
En muchos casos, incluso, más valioso que el trabajo técnico que pueda haber detrás.
Normalmente sin pagar nada.
¿Quién va a pagar por un presupuesto?
Ya veremos si las conversaciones siguen adelante.
Si necesitas un presupuesto o una consultoría me puedes encontrar aquí.
PD: Por cierto, los cables me han quedado de pu** madre.