De gigantes y cabezotas

Es una de las causas más típicas por las que un emprendimiento fracasa: Desacuerdos entre socios.

Lo he visto taaantas veces.

Al principio todos van perfectamente alineados.
La ilusión va por delante de todo.
Pero con el tiempo, el trabajar codo con codo, los éxitos y fracasos acumulados surge algún desacuerdo.
Un socio tiene una visión para el proyecto mientras que el otro tiene otra.
Uno cree que deben adoptar una estrategia y el otro tiene una distinta.
Uno necesita monetizar ya y el otro cree que deben esperar a estar más introducidos en el mercado.
Y, por lo que sea, las posturas no son compatibles.
Y se entra en discusiones.
Y se bloquea el proyecto.
Los desacuerdos son algo normal y sano en cualquier equipo.
Son sanos hasta que se adoptan posturas «numantinas».

Lo he visto taaantas veces.

Pero ahora hay una gran diferencia.
Lo que sucede es que yo soy ahora uno de los que discuten.

Entré en un proyecto que me parecía interesante.
Firmamos un acuerdo de socios.
Llevo un buen tiempo invertido en sacar adelante el proyecto.
Pero ahora no veo clara la estrategia que se está siguiendo.
Evidentemente yo creo, que digo creo, estoy absolutamente convencido, de tener toda la razón.
¡Faltaría más!
Pero en el fondo sé que no estoy siendo muy objetivo en mis apreciaciones.
Porque en mis decisiones actuales influyen las que tomé anteriormente.
Porque, tenga o no tenga razón, si el proyecto no sale adelante como yo espero significará que me equivoqué al apostar por él.
Significará que habré tirado bastantes horas de trabajo en sacarlo adelante.
Y eso, quiera o no, me condiciona en mi respuesta.
Intento defender mi postura y convencer (a los demás y a mí mismo) con todos mis argumentos «racionales».
Pero cuando esto no basta llego hasta el punto de plantear el dilema: o las cosas se hacen a mi manera o no sigo.
Ya digo: un planteamiento muy poco objetivo.
Cuesta distinguir si son juicios nacidos de la experiencia o sencillamente cabezonería y chiquilladas.

¿Cuál es la solución?
¿Qué recomendaría a un cliente que se encontrase en una situación como esta?
Pues necesariamente debo volver a ser un profesional. Debo ser imparcial.

Pero ¿Soy capaz de separar lo «racional» de lo «emocional»?

¿Quién tiene razón en esta situación?
A mí me gustaría pensar que yo.
Pero la verdad es que es absolutamente irrelevante.
Repito: quien tiene la razón es absolutamente irrelevante.
Lo que es realmente importante es el proyecto.
Y uno de los elementos más críticos de todo proyecto es el equipo que participa en él.

La cuestión es: Sabiendo lo que sé ahora ¿Me uniría al proyecto? ¿Invertiría en él?
En una relación a largo plazo la confianza y el compartir puntos de vista y expectativas es vital.
Cuando empiezan los desacuerdos es probable que, aunque temporalmente se resuelvan, vuelvan a repetirse en el futuro.
Un desacuerdo puede ser algo muy sano… si se resuelve de forma positiva para el proyecto.
Pero la falta de confianza no.

Así que escribir este post viene a ser una forma de terapia.
Me permite tomar distancia con la implica­ción que tengo en este proyecto.
Y plantear la situación como una decisión más profesional. Y menos cabezota.

¿Significa esto que haya tomado una decisión con respecto al proyecto?
No. Todavía no. Pero sí me permite evaluar mejor los aspectos importantes.
Si decido continuar será porque creo que el proyecto, de forma objetiva, sigue teniendo un buen potencial. Independientemente de la estrategia que el equipo decida.
Si no estoy convencido de que el proyecto y el equipo tienen buen potencial entonces es mejor para todos abandonar la idea. Al menos que yo lo haga. Porque esto restablecería el orden en el equipo.
Si creo que sí lo tiene entonces lo mejor es negociar o buscar un acuerdo sobre la mejor estrategia a seguir para llevarlo adelante. Sea o no la que yo pueda proponer.

¿Y tú?
¿Puedes separar la parte racional de la parte emocional en tus decisiones profesionales?
Quizá el escribir tus pensamientos te ayude a clarificarlos. O el hablar con un tercero. Aunque el otro solo te escuche y no te diga absolutamente nada.
Son perfectas formas de ordenar las ideas. Y muy necesarias.