Gestión del vudú en proyectos

Unos pases de manos por encima de la caja, unos bailes en torno a la mesa acompañados de un ruido de cascabeles para ahuyentar a los malos espíritus y el paquete está a punto para salir de viaje con nuestros mejores deseos.
No vamos a llegar a realizar rituales con sacrificios humanos.
Por el momento.
Pero si tuviéramos a mano una vela ¿quién sabe?

Es lo que tiene cuando has hecho todo lo que está en tu mano y te estás jugando algo muy importante.
Solo nos queda recurrir al esoterismo para ver si aumentan las probabilidades de que el proyecto salga bien.
En especial porque, con un criterio muy acertado, Michael había llamado a la empresa de mensajería tan pronto como el equipo dijo que el paquete estaría listo para salir a la mañana siguiente.
Poner un plazo límite al tiempo disponible hace que se deje de perder tiempo en florituras.
Aplicando aquello del «mejor hecho que perfecto» la cuestión crítica ahora es que el paquete esté finalizado para cuando llegue el mensajero.

Está claro que esta es una primera versión, lo que se llama un Producto Mínimo Viable. Se ha desarrollado de la idea a una versión operativa en unos pocos meses.
Y una vez listo este primer producto el mejor paso es el de exponerlo al feedback del usuario real.
Antes de invertir más tiempo y esfuerzo y dinero.
Que un usuario real nos diga si estaría dispuesto a invertir en ello.

La idea del proyecto surgió como una idea a partir de solicitudes de una empresa americana que estaba testeando otro producto que llevamos tiempo desarrollando en paralelo.
Lo que este distribuidor americano solicitaba tenía mucho sentido.
Pero dándole vueltas al feedback que daba sobre el primer producto, la conclusión fue que era más conveniente desarrollar un nuevo producto que intentar adaptar el ya existente.
Perdería su espíritu y su objetivo principal.
Desaprovecharía tecnología que era clave para ese primer producto y los usos que tenía previstos.
Y además el nuevo producto ganaría libertad para convertirse en algo mucho más potente.

Tomada la decisión de que los dos productos seguirían caminos distintos se inicia el proyecto para crear una primera versión del nuevo producto.
Encontrar hardware, diseñar y programar software, crear el diseño.
Probar, corregir, volver a probar.
Ya tenemos la primera versión operativa con la que se puede demostrar la funcionalidad deseada.
Ahora es el momento de enviarlo a ese distribuidor en USA.
Para que confirme si ese producto, creado en base a sus necesidades y requerimientos, puede tener un mercado.

Y en esas estamos.
Quedan muchos detalles para que sea un producto acabado.
Y queremos causar una buena primera impresión.
Ya sabemos la cita de que «no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión».
Frente a la cual tenemos la cita de que «lo perfecto es enemigo de lo bueno».
Lo bueno de las citas y los refranes es que los hay para todo.

Así que se aprovechan las últimas horas para crear un packaging correcto, grabar unas instrucciones básicas, empaquetarlo todo de la mejor forma posible.
Y cuando está todo hecho y ya vemos la furgoneta de la empresa de mensajería aparcando frente a la entrada.
Solo nos queda el tiempo justo para nuestro ritual de los buenos deseos.
No sabemos si ayudará al paquete a llegar bien a su destino.
Pero al menos nos reímos un poco.
Que hacía falta liberar tensiones.

¿Tienes claro cómo cerrar un producto mínimo viable? Cerrar el cuándo puede ser una gran opción.

¿Tienes claro cómo motivar a un equipo trabajando bajo tensión? Una payasada a tiempo puede ser una gran herramienta de team-building.


Espero que ningún amante del Vudú se enfade conmigo.
O que al menos no tenga ningún muñequito a mano.
Y además ¿quién sabe? Daño no puede hacer.
¡Buen viaje!