La personalidad múltiple de un fundador

En pocos días se me han aproximado dos proyectos buscando mi colaboración.

Son dos proyectos realmente distintos. En sectores muy distintos aunque ambos basados en tecnología.

Pero ambos tienen problemas similares con la parte de desarrollo tecnológico.

Y buscan a alguien que se involucre en el proyecto.

Y que se haga cargo y se responsabilice de que salga adelante el desarrollo técnico de una forma correcta.

Los dos llevan una historia similar. Han realizado buena parte del desarrollo pero no están satisfechos con lo que tienen. Acumulan retrasos. Tienen falta de calidad. No entregan los resultados cuando esperan ni como se esperan.

Y también se encuentran en situaciones similares porque tienen el resto del proyecto listo para su lanzamiento.

Tienen a los clientes expectantes, a punto de caramelo (eso dicen).

Pero como no están entregando a tiempo tienen un riesgo muy importante, ya no solo de que el proyecto se retrase, sino de que clientes que ha costado mucho conseguir acaben perdiendo el interés y se olviden del proyecto.

Así que, tal como yo recomiendo para cualquier negocio donde la tecnología es clave, buscan a alguien que se involucre y se comprometa con el proyecto. Buscan a un experto que les ayude a resolver estos temas tecnológicos.

Y la forma de hacerlo es ofreciendo una participación en el proyecto al experto.


Hasta aquí los dos proyectos son dos gotas de agua.

Pero aquí se acaban los parecidos.


Así que, lo primero de todo, firmamos un acuerdo de confidencialidad. Para que estén bien tranquilos. Y porque voy a hacer muchas, muchas preguntas.

Por un lado, como experto en tecnología necesito conocer todos los detalles técnicos.

Y por otro lado, como participante en el proyecto voy a preguntar sobre el plan de negocio.

Porque, en el fondo, si voy a poner aunque solo sea mi tiempo y conocimientos estoy siendo un inversor en el proyecto.

Yo podría poner ese tiempo y conocimientos en otro proyecto para otro cliente.

Al comprometerme con este proyecto en concreto es porque espero ver resultados a medio o largo plazo.

Así que me lo tienen que vender.

Como inversor no me interesa tener un porcentaje de algo que va a valer cero.

O quizá no me pueda permitir empezar a recuperar mi inversión dentro de 5 años.


Y aquí es donde varía totalmente el planteamiento entre los dos proyectos.

Uno de ellos inmediatamente me pasa un documento con toda la información de su plan de negocio.

Un estudio de mercado, qué penetración de mercado esperan tener, los posibles canales por los que piensan entrar, el volumen de ventas que esperan conseguir, la inversión que llevan hecha y la que falta por hacer, la previsión de ingresos y gastos escalonada, …

En el fondo los números de cuando se espera que eso empiece a rentabilizarse.

Por supuesto es cosa mía creerme o no esos planes de negocio. Ya sé que nunca saldrá todo tal como está previsto. Pero me da una idea clara de todo lo que se ha tenido en cuenta y puedo detectar si falta algo importante. Además todos los participantes en el proyecto tenemos un punto de referencia para ver si las cosas van o no van.

El otro proyecto, en cambio, tiene un plan de acciones de marketing y de crecimiento muy claro, pero a las preguntas sobre fechas, costes, ingresos previstos no hay respuestas claras. Con fundamento que diría Karlos Arguiñano.

El plan parece tener mucho sentido pero me falta información para aterrizarlo.

¿Se ha tenido todo en cuenta?

¿Cómo sabemos si vamos bien o no?

Y cuando yo digo que me pongo el gorro de inversor y quiero saber cuándo voy a recuperar lo que invierto, lo primero que me dicen es «Pero nosotros no somos inversores. Nosotros somos los fundadores.»

¿Perdona?

Eso realmente no es así. Si tú eres un fundador de tu empresa estás invirtiendo, aunque sea solo tu tiempo y tu esfuerzo y probablemente mucha ilusión en que este proyecto salga adelante.

Por lo tanto, deberías tener unas expectativas más o menos claras y más o menos creíbles de cuando piensas recuperar todo eso que estás invirtiendo ahí.

No significa que todo deba ser económico. También vale un resultado emocional por ayudar a mejorar tu entorno.

Pero tienes que tener información para decidir si realmente tiene sentido lo que estás haciendo o no.

Tenemos que tenerlo claro.

Si soy el fundador de mi empresa, da igual si tengo socios o voy solo, estoy jugando varios roles dentro de ella.

Por una parte probablemente sea uno de los gestores y tenga decisión en la estrategia de la empresa. ¿A dónde vamos? ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué priorizamos? ¿Con quién?

Por otra parte, es posible que también sea un especialista en ciertas funciones. Puede ser que me encargue del diseño, la producción, las compras, las ventas, la tecnología o lo que sea. Puede que haga un poco de todo o quizá no haga nada de esto y todo lo delegue a otros.

Como gestor y como especialista debería tener cuanto antes un salario por mi trabajo. Acorde a mis funciones y responsabilidades. Quizá con ciertos bonus basados en los resultados que consiga.

Pero además seguramente también sea un inversor. Aunque no ponga dinero seguro que pongo (mucho) tiempo e ilusión para que el proyecto salga adelante.

Como inversor voy a riesgo. Ganaré económicamente cuando el negocio genere beneficios. Una vez descontados todos los gastos que incluyen los salarios de los que trabajan dentro del negocio.

No puedo olvidarme de que soy inversor.

Y como inversor tengo que apuntarme en el calendario (toma nota ahora mismo) una revisión, como mucho, cada 3 meses para ver cómo va el negocio y si sigue teniendo sentido invertir dinero, tiempo e ilusión en ese proyecto.

Si lo tiene, adelante.

Si no lo tiene, ¿es el momento de plantearse un cambio de rumbo?