Probar o no probar. He ahí el dilema

Probar software es el pan mío de cada día.

A veces para mis clientes.

A veces para mi mismo.

A veces por simple curiosidad. Para saber lo que hay en el mercado que siempre puede dar ideas.


Cuando tienes la solución en algún sitio de tu mente, muchas veces surge la oportunidad cuando menos te lo espera.

Lo que muchas veces pasaría desapercibido como un comentario, de pronto es una necesidad o un problema no resuelto.

Porque de pronto encajan las piezas.


En cualquier caso, probar software es una tarea que requiere tiempo.

Y hay que ser selectivo con lo que se prueba y como se prueba y por cuanto tiempo se prueba.

A no ser que sea por simple curiosidad, el primer paso imprescindible es tener muy claro lo que necesita el cliente.

Aunque el cliente sea yo mismo.


¿Qué necesidad tiene el cliente?

¿Puede encajar esta solución en la operativa del cliente?

Y, no menos importante, ¿Puede pagar el cliente por esta solución?

Sin tener claras estas tres preguntas es una pérdida de tiempo invertir probar una aplicación.


Porque, por muy fácil que nos pongan los proveedores el que probemos su producto, el tiempo lo vamos a poner nosotros.

Lo normal es que los proveedores nos den acceso a la aplicación durante un tiempo o con ciertos límites de forma gratuita.

Esos «trials» que nos ofrecen.

Pero el esfuerzo que tendremos que hacer para verificar si el producto encaja lo vamos a tener que poner nosotros.


Un segundo factor crucial a tener en cuenta es saber qué pasa con nuestra información que cargamos en el sistema.

No, no me refiero a temas legales de confidencialidad.

Me refiero a qué sucede con aquella información nuestra que vamos a cargar en el sistema durante la prueba que, para nosotros, es relevante y la necesitamos para seguir con nuestra operativa.


Por ejemplo, voy a probar una herramienta de productividad.

Soy adicto a probar todas las herramientas de productividad.

De hecho, a veces soy improductivo por el tiempo que dedico a probar herramientas de productividad.

En cualquier caso, durante unas semanas voy a probar una nueva y flamante herramienta que promete organizarme mi agenda con una sofisticada inteligencia artificial.

Entonces durante ese tiempo voy a cargar en ese nuevo sistema las tareas que me van llegando.

Y veré que tal funciona la herramienta.

¿Qué sucederá si dentro de dos semanas decido que la inteligencia artificial no es tan inteligente como me la vendían?

Que, de pronto, me encontraré con que tengo dos semanas de tareas que no están en mi herramienta de siempre.

Están en la nueva herramienta.

¿Cómo puedo seguir volver a mi vida normal tras esas dos semanas?

¿Puedo exportar fácilmente esa información para cargarla en mi sistema de siempre?

Porque si esto no es posible entonces voy a tener que volver a introducir manualmente en mi sistema de siempre todas las tareas del sistema de la no-tan-inteligencia artificial.


Hay que pensar bien antes de empezar a probar un nuevo software.

Saber para qué lo queremos.

Saber qué esfuerzo nos requerirá la prueba.

Saber qué esfuerzo nos requerirá si decidimos al final no utilizarlo.

Piensa bien los costes ocultos de una «trial» gratuita.